Flos Mortis, de Rogue Perfumery fue lanzado en 2019. El perfumista detrás de esta creación es Manuel Cross. Las notas son Jazmín, Piel, Almizcle, Osmanthus, Grosella roja, Tuberosa.
Al oler Flos Mortiis de Rogue Perfumery, tengo la sensación de que para los usuarios ocasionales de perfumes, éste se inclinará hacia una de estas dos opciones. "Anciana" o "tienda de cabeza". Si bien no considero que mi entusiasmo por la fragancia sea casual en ningún sentido de la palabra, ciertamente no quiero dar a entender que soy mejor o más inteligente que ninguno de ellos, definitivamente hay aspectos tanto de una especie de glamour de naftalina de gotas para la tos de bisutería vintage como de ese omnipresente elemento de incienso de champaca de un bazar bohemio. Pero todo está envuelto en las sombras de un poema de Edgar Allan, la dulzura melosa del sentimiento romántico mezclado con el sabor de la decadencia de un mausoleo amargo que cruje la tapa de un ataúd, redondeado con el beso carmesí de la grosella roja que fructifica enfermizamente en la tierra de una tumba recién removida. Así que puede que sea zumo de vieja dama, pero sin duda es la gran dama del antiguo retrato sobre la chimenea en el que se posa un cuervo con plumas de resina, cuyo rostro deslustrado te sigue por cada rincón del salón con corrientes de aire, cuyos huesos crujen bajo las tablas del suelo que pisas, cuya mano fantasma descansa ahora ligeramente sobre tu hombro.
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Al oler Flos Mortiis de Rogue Perfumery, tengo la sensación de que para los usuarios ocasionales de perfumes, éste se inclinará hacia una de estas dos opciones. "Anciana" o "tienda de cabeza". Si bien no considero que mi entusiasmo por la fragancia sea casual en ningún sentido de la palabra, ciertamente no quiero dar a entender que soy mejor o más inteligente que ninguno de ellos, definitivamente hay aspectos tanto de una especie de glamour de naftalina de gotas para la tos de bisutería vintage como de ese omnipresente elemento de incienso de champaca de un bazar bohemio. Pero todo está envuelto en las sombras de un poema de Edgar Allan, la dulzura melosa del sentimiento romántico mezclado con el sabor de la decadencia de un mausoleo amargo que cruje la tapa de un ataúd, redondeado con el beso carmesí de la grosella roja que fructifica enfermizamente en la tierra de una tumba recién removida. Así que puede que sea zumo de vieja dama, pero sin duda es la gran dama del antiguo retrato sobre la chimenea en el que se posa un cuervo con plumas de resina, cuyo rostro deslustrado te sigue por cada rincón del salón con corrientes de aire, cuyos huesos crujen bajo las tablas del suelo que pisas, cuya mano fantasma descansa ahora ligeramente sobre tu hombro.