Stora Skuggan's Pine es definitivamente pino: corteza áspera, agujas perennes, bordes minerales y barrido por el viento. Pero bajo su peso de bosque húmedo hay... ¿una sorpresa extraña y sabrosa? Imagínatelo: la luz del atardecer se filtra entre las ramas de los pinos, espesas y de color ámbar verdoso. El bosque se cierra, no un bosque de verdad, sino una micromemoria inventada para este momento. Mi chihuahua, también producto de mi imaginación, corretea entre los troncos de los árboles, como una taza de té llena de músculos y movimientos. Al principio, el aire es de coníferas, puro y vigorizante. Agudo. Resinoso. Cada respiración me acuchilla los pulmones, fría y verde. Los árboles crujen y un viento extraño y silbante transporta un aroma inesperado. Frituras de maíz, el olor cálido y salado de las judías de un perro. Mi pequeño cachorro sale de un matorral, con la cola salvaje, sucia y un poco salvaje. En su boca: el esqueleto de un cuervo. Hueso blanqueado, delicado como el papel. El bosque parece detenerse. Lo atraigo hacia mí y estrecho su cuerpo pequeño y tembloroso. Dejo caer el frágil cadáver a mis pies. Las ramas oscuras se pliegan tras nosotros, densas y silenciosas.
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Stora Skuggan's Pine es definitivamente pino: corteza áspera, agujas perennes, bordes minerales y barrido por el viento. Pero bajo su peso de bosque húmedo hay... ¿una sorpresa extraña y sabrosa? Imagínatelo: la luz del atardecer se filtra entre las ramas de los pinos, espesas y de color ámbar verdoso. El bosque se cierra, no un bosque de verdad, sino una micromemoria inventada para este momento. Mi chihuahua, también producto de mi imaginación, corretea entre los troncos de los árboles, como una taza de té llena de músculos y movimientos. Al principio, el aire es de coníferas, puro y vigorizante. Agudo. Resinoso. Cada respiración me acuchilla los pulmones, fría y verde. Los árboles crujen y un viento extraño y silbante transporta un aroma inesperado. Frituras de maíz, el olor cálido y salado de las judías de un perro. Mi pequeño cachorro sale de un matorral, con la cola salvaje, sucia y un poco salvaje. En su boca: el esqueleto de un cuervo. Hueso blanqueado, delicado como el papel. El bosque parece detenerse. Lo atraigo hacia mí y estrecho su cuerpo pequeño y tembloroso. Dejo caer el frágil cadáver a mis pies. Las ramas oscuras se pliegan tras nosotros, densas y silenciosas.