He estado fantaseando con la fragancia verde perfecta, algo con la frescura mordaz y vegetal de los tallos triturados, no afrutado ni ligero, sino agudo y amargo, como las raíces y la tierra. Green Spell de Eris lo consigue con una explosión de gálbano y hoja de tomate hiperrealista que parece la parte más profunda de un cuadro selvático de Henri Rousseau: te hace pensar en la vida vegetal en términos de hojas y lanzas. En este sueño de verdor, no hay luz solar, ni siquiera luz de luna, sólo densos matorrales de follaje espigado y cubierto de rocío, más alto que uno mismo. La mandarina y la grosella negra figuran como notas de salida, pero los cítricos y la acidez de las bayas no me parecen tan intensos, sino que se cuelan por los lados, junto con la agradable adición de hoja de higuera, que calienta un poco la mezcla, aunque también hay hoja de violeta que la refresca. Es como una versión del Philosykos del inframundo, un verde sombrío, casi venenoso, en lugar de la ligereza angelical del de Diptyque. La gente parece quejarse de su longevidad, pero yo no he encontrado ninguna fragancia superverde que dure mucho, así que creo que son gajes del oficio. Este se seca en un vetiver especiado, ligeramente almizclado y herbáceo que dura bastante, aunque realmente sólo como un aroma para la piel. Me gusta MUCHO este perfume.

Green Spell de Eris Parfums es como si un ser celestial de 100% clorofila descendiera de los cielos, sus alas un aleteo aplastante de muchas hojas, anchas y planas, delicadas y rizadas, enceradas, gomosas, flexibles, irradiando cada variación de veridiano. Con voz de musgo que se filtra, de roca que se erosiona, de alas de insecto que se desintegran en la tierra, te susurra: "No tengas miedo, o lo que sea". Es el interminable tallo suculento de una agridulce mata de centella que se arrastra por el suelo hasta que llegas a la pesadilla de un cepellón de malaquita. Te despiertas con arañazos de esmeralda en la palma de la mano y latigazos de helecho de jade entre los dientes.