La segunda de la trilogía de fragancias de oud de Sarah Baker, compuesta por Chris Maurice y que contiene tres notas particulares: cipriol, azahar y oud natural. Al nombrar la fragancia Loudo, un ingenioso juego de palabras que une la palabra latina para jugar (Ludo) con la palabra oud, podemos descifrar en gran medida la premisa de este lanzamiento como un guiño descarado de la marca y el perfumista. Se trata de divertirse, desde la diversión infantil de los años de formación hasta la diversión sensual de la que disfrutamos como adultos. Se trata sin duda de un brebaje juguetón, ideado por el Willy Wonka del oud, que contiene notas de chocolate blanco y cereza, además de los materiales antes mencionados. El resultado es una creación de ensueño, semigourmand, en la que el oud juega a disfrazarse, imbuyendo a la creación de todas sus bondades achocolatadas, mientras que la vainilla garantiza que huela igual que una barra de leche con una ondulación afrutada de cereza recorriéndola. Sígueme en Instagram: @TheScentiest Descarado, divertido, delicioso y adulto: no es demasiado dulce, es realmente encantador.

Sarah Baker Loudo es una fragancia que parece existir en dos realidades distintas sobre mi piel. Por un lado, se trata de comodidad y nostalgia: leche en polvo con sabor a humedad, cremoso y caducado que, de algún modo, sigue siendo delicioso. Es como tropezar con una lata olvidada en el fondo de un armario de la infancia, el olor te envuelve con una dulzura que es a la vez familiar y ligeramente fuera de lo común. (Pero, al girar a la otra muñeca, de repente el suelo se mueve salvajemente bajo tus pies. Aquí, Loudo revela su lado salvaje: acre y fermentado, con una rareza primigenia de cuero terroso y un toque ahumado que se queda atrapado en la garganta. Es como si el tiempo mismo se hubiera agriado y desplazado, transformando recuerdos inocentes en algo visceral y desenfrenado. El contraste es chocante, pero extrañamente irresistible. Me encuentro olfateando compulsivamente, intentando reconciliar estas dos facetas de Loudo. ¿Es un dulce recuerdo de lo que fui o un atisbo de la extraña bestia en la que se ha convertido mi pasado? Quizá sean ambas cosas, un recordatorio perfumado de cómo nuestros recuerdos fermentan y mutan, dejándonos algo apenas reconocible pero que sin duda forma parte de nosotros.