Creada originalmente en 1892, esta fragancia se inspira en una princesa japonesa que dejó asombrada a la corte victoriana con su elegancia. Esta fragancia traduce definitivamente esa elegancia oriental: es suave y tenue, pero no carente de carácter o interés. Una apertura refrescante de jugosa bergamota y un toque de pimienta rosa preparan el camino para una fuerte dosis de té mate, suavemente verde y terroso, con suaves cualidades vaporosas. Está muy bien equilibrado con susurros de jazmín indólico, que descansan sobre una base de abeto amaderado. Es una fragancia muy agradable en general, pero me parece bastante lineal y carente de una sensación de viaje o desarrollo. La historia detrás de la fragancia llega pero le falta algo de corazón, me encantaría poder oler la versión original de 1892. Creo que por el precio que pide Clive Christian, definitivamente no merece la pena.