
La combinación de lavanda y vainilla es una de las más populares del siglo XXI, que pocos consiguen perfeccionar. Chamomille Satin es el ejemplo perfecto de un intento decente, pero se queda corto de lo que podría haber sido un aroma increíble. Desgraciadamente, resulta bastante barata y plástica, como muchas otras fragancias de lavanda/vainilla del mercado de diseño. La vainilla es la parte más agradable de esta fragancia: es dulce, cremosa y suave, casi como un delicioso flan de vainilla. Sin embargo, cuando se combina con las notas aromáticas, casi herbales, de la lavanda, la manzanilla y el petitgrain, el contraste se vuelve bastante áspero y desordenado. No hay un verdadero equilibrio o armonía entre las notas, huele bastante saturado. Es agradable, no me malinterpreten. No es una fragancia que me repugne ni que me dé ganas de lavar, pero no es algo que me plantearía comprar por la sencilla razón de que huele demasiado básico y mucho más barato de lo que es en realidad. Este es mi primer encuentro con Dries Van Noten y hasta ahora no estoy muy impresionado.
