Y06-S, de Blackbird fue lanzado en 2017. El perfumista detrás de esta creación es Nicole Miller. Las notas son Madera de agar (oud), Plátano, Jazmín, Leche.
Aunque por lo general no hago reseñas de fragancias que no me gustan (a menos que de alguna manera me sintiera atacado personalmente por ellas y tuviera que ser rencoroso y mezquino al respecto) esta es tan extraña que no puedo dejar de pensar en ella, y si estoy pensando tanto en ella, probablemente voy a escribir sobre ella, y si ese es el caso, parece un desperdicio no compartir esos pensamientos aquí también. Así que, para ponerte en situación, imagina la disonancia e incongruencia lynchianas del pez en la cafetera. No es ni pescado ni café, pero creo que me entiendes. Inicialmente, se trata de un fugaz olor a leche de plátano coreana, y a electrónica sobrecalentada, tal vez el regordete recipiente de plástico ha ardido espontáneamente, salpicando espumoso zumo de plátano y friendo placas de circuitos, y toda la sala recreativa se incendia y arde. El ozono metálico y la estática de los cables chisporroteando finalmente y de algún modo inevitable -de la forma en que la lógica onírica se siente perfectamente razonable y racional- da paso a un jazmín indólico monstruosamente animal y de algún modo inexplicable se convierte en un aroma de piel floral ahumado apenas perceptible. No creo que Y06-S sea un perfume que se lleva, sino una experiencia que se soporta. Es extraño, desconcertante y un poco nauseabundo, pero creo que es un buen recordatorio de que el perfume es una forma de arte, y el arte no siempre debe ser fácil de digerir. Debería hacernos pensar un poco.
Este comentario ha sido traducido automáticamente.
Aunque por lo general no hago reseñas de fragancias que no me gustan (a menos que de alguna manera me sintiera atacado personalmente por ellas y tuviera que ser rencoroso y mezquino al respecto) esta es tan extraña que no puedo dejar de pensar en ella, y si estoy pensando tanto en ella, probablemente voy a escribir sobre ella, y si ese es el caso, parece un desperdicio no compartir esos pensamientos aquí también. Así que, para ponerte en situación, imagina la disonancia e incongruencia lynchianas del pez en la cafetera. No es ni pescado ni café, pero creo que me entiendes. Inicialmente, se trata de un fugaz olor a leche de plátano coreana, y a electrónica sobrecalentada, tal vez el regordete recipiente de plástico ha ardido espontáneamente, salpicando espumoso zumo de plátano y friendo placas de circuitos, y toda la sala recreativa se incendia y arde. El ozono metálico y la estática de los cables chisporroteando finalmente y de algún modo inevitable -de la forma en que la lógica onírica se siente perfectamente razonable y racional- da paso a un jazmín indólico monstruosamente animal y de algún modo inexplicable se convierte en un aroma de piel floral ahumado apenas perceptible. No creo que Y06-S sea un perfume que se lleva, sino una experiencia que se soporta. Es extraño, desconcertante y un poco nauseabundo, pero creo que es un buen recordatorio de que el perfume es una forma de arte, y el arte no siempre debe ser fácil de digerir. Debería hacernos pensar un poco.